sábado, 29 de mayo de 2010

El último episodio de LOST IN FIDJI



La aventura que a continuación contaremos no es recomendada a aquellas personas que estén hasta los ****** del curro, de la ciudad o simplemente de las No Vacaciones. Además contienen frases como “que tranquilidad” o “esto es vida” que pueden afectar a la envidia de los más débiles de corazón.

****************************¡¡¡¡¡ATENCIÓN!!!!!********************************

Bula (Hola), Llegamos a Nadi, Fidji a eso de las 10’15 de la mañana, y tras una recepción en el aeropuerto con músicos, collares de caracolas y demás chequeamos los pases de la compañía, nos entregan los cheques de las actividades contratadas y al exterior, donde 30 soleados grados nos esperan.

Un amable muchacho nos lleva hasta el Puerto de Danarau, a ritmo de Fidji y con música lugareña. Llegamos al puerto con la ropa más inapropiada para éste lugar, pantalones gruesos, sudadera y chaqueta que sobra por doquier. Una hamburguesa en el Hard Rock Café y a las 15’00h tomamos el barco a Matamanoa, una pequeña isla rodeado de barreras de coral situado a apenas 1 hora de Danarau. El sol pega con ganas y una brisa constante alivia el calor. Al fin llegamos a Matamanoa.

La recepción, un gran Bula y de nuevo músicos, otros collares de caracolas y unos batidos de fresa con plátano buenísimos. Ésta vez somos los únicos y la recepción es totalmente personalizada.
Tras una larga charla sobre como funciona el resort, toda ella en ingles, nos dirigimos a nuestra choza donde pasaremos los siguientes 5 días.

Matamanoa es un Resort donde lo único que es necesario llevar encima es lo siguiente:



Un bañador y, como mucho, unas chanclas... aunque no son necesarias.

La Isla de Matamanoa tiene un aforo limitado de 30 personas (sin contar empleados del Resort), y los pocos “bueres” que se reparten por la pequeña costa apenas llegan a los 20. La isla se rodea andando en apenas 15 minutos, y en kayak (actividad que hacemos varias veces al día) en 20 minutos.

Nos os voy a contar lo que hicimos cada día, si no la “horrible” rutina diaria, que consiste en levantarse, meterse un super desayuno variado, y luego realizar cualquier actividad, como puede ser kayak, tanto de paseo como surfeando olas con él, Submarinismo, tanto snorkel por los arrecifes de la costa, como inmersiones con botella en increíbles arrecifes cercanos a la isla, algo de solarium en la playa, un poco de pisci, alguna escapada en barco para hacer más snorkel por algún arrecife cercano, duchita y papeo, de nuevo a llenar la panza con unas increíbles comidas. Nos es buffet, cosa que se agradece ya que la comida es de mejor calidad en relación con otros bufets que hemos probado.



Tras la comida, siestecilla en la tumbona bajo alguna palmera, musiquita, libro,… luego lo que apetezca, ¿bucear? ¿kayak? O mejor aún, un masaje de cuerpo completo bajo la sombra en la playa…. O señor… esto es vida.

Cuando nos aburrimos… a no, que no hay tiempo de aburrirse, bueno, cuando nos apetece, subimos a la pisci donde nos espera el té de las 5, con sus bollitos, magdalenas,… y luego, pues o Pimpón, o Bolley Playa o simplemente bañito en la playa, y ya que estamos bucear un poco por el arrecife a ver el espectáculo de color de los peces y corales, donde se pueden ver miles de especies de peces, estrellas de mar, pulpos, enormes almejas,…. Etc etc..

Luego un paseo por la costa para ver el atardecer y tras una ducha, a cenar, que ya hace más de 3 horas que no comemos. En la cena musiquita en directo, bienvenida de los nuevos (nosotros también la tuvimos) con canción de la “coral” de la isla (camareros, personal de las actividades, …), y despedida de los que es su última noche en el resort (no quiero que llegueeeee!!!!!).




Y luego a la cama a esperar otro “horrible” día.

viernes, 28 de mayo de 2010

Tras la pateada hasta el final de NZ (que no de nuestro viaje)

La mañana comienza en ruta hacia Rotorua, realizando una parada técnica en Turangi, donde nos metemos un desayuno Special Montain con un poco de todo, bacon, huevos, salchichas, tostadas, algo de fruta y pescado… nada más. Ya con la tripita llega tripita feliz cogemos el coche y a eso del medio día paramos en Taupo, una pequeña población junto a su gran lago Taupo y famosa por sus cascadas Huka Falls, unos increíbles rápidos que se pueden cruzar en las Jet Boating. Taupo también es famoso por competir con Rotorua por la ciudad con más deportes extremos, con lo que decidimos intentar de nuevo un Bungy Jumping, aunque por desgracia las reservas están hasta arriba y nos es imposible hacer el salto.. :((((


Pasamos entonces por las Huka Falls para ver el espectáculo, y tras eso nos encomendamos a la guía para decidir nuestro nuevo destino, que resulta ser Wai-O-Tapu-Thram Thermal Wonderland, lo que viene a significar en Maorí “Aguas Sagradas”, un nombre grande para un gran espectáculo… que por desgracia se ve empañado por una espesa llovizna que de forma constante cae sobre los impresionantes aguas termales, bancales minerales de multitud de colores, cascadas y su impresionante “piscina de Champang”, un impresionante cráter volcánico de 60 metros de diámetro y 60 de profundidad cubierto de burbujeante agua y con decenas de diferentes minerales en sustentación, lo que provoca un increíble espectáculo multicolor.




Tras un paseo que nos cala por completo, nos ponemos de nuevo camino a Rotorua, donde llegamos al fin a mitad de tarde. Un paseo por el pueblo para hacer un poco de tiempo, y directos al Marae Te Puia, que significa “La reunión del grupo de guerra de Waihao”… (esto del maori es inexplicable….)

Nos recepciona un gran Maorí y tras meternos en la zona de “consumismo” y souvenirs, nos dirige a la entrada del Marae, donde nos explica la tradicional recepción Maorí.



Tras un instante y elegir a un representante de nuestra comitiva, cosa que agradecimos no ser nosotros, al otro lado del pasillo que une la entrada del Marae con las casas, 8 maorís vestidos con la indumentaria de guerra maorí, y tras un “show” de sus guerreros dejan en el suelo una hoja de helecho que nuestro representante debe coger y sin darse la vuelta regresar al punto de inicio. Tras lo cual, otra danza con sus coros y ya somos bienvenidos.

Nos llevan a una sala donde nos descalzamos y nos sentamos frente un pequeños escenario donde tras unos instantes comienza el espectáculo.

Sinceramente se ve algo forzado el tema y no nos emociona demasiado. Varias danzas más, eso si, cantadas con unas voces penetrantes increíbles, y al fin llega el punto que esperábamos, la ansiada Haka, la famosa danza de guerra Maorí. Aunque no muy conseguida por falta de más aborígenes en sus participantes, sigue poniéndote los pelos de punta los cantos y las expresiones de sus caras.
Tras la demostración de la Haka, las mujeres maoris, entregando a las mujeres visitantes lo que yo he pasado a denominar pelota-cuerda, sacan a todas las “candidatas” al escenario para enseñarlas una danza maorí, Eva, como no, pasa a formar parte de ésta comitiva, y como no, la sitúan al frente de la formación. Varias explicaciones de los pasos y comienza el espectáculo. Eva demostró todas sus artes en éste tipo de danzas ancestrales y dirigió con paciencia y solemnidad el paso.



Tras ellas llegó el turno de los hombre, que como era de esperar, salimos todos a la palestra para al fin poder realizar una Haka con los Maorís.

Tras darlo todo en el escenario y demostrar como hombres quién era el mejor guerrero, nos llevan al fin al comedor donde nos “hinchan el pellejo” a base de unas exquisitas comidas tradicionales asadas bajo el calor del suelo volcánico.

Algunas horas después finaliza el banquete y el “jefe” nos lleva al geiser sagrado que se encuentra en el Marae y tras explicar varios datos sobre las costumbres maoris acompañadas por un chocolate caliente, retornamos a la furgo y de ahí al camping de Rotorua.

Amanece otro estupendo… lluvioso y frío día, que como nos empieza a tener acostumbrado la isla norte nos acompaña desde su llegada. Desayunamos y decidimos relajar un poco el cuerpo. Bajo un frío aguacero un reposado baño en una de sus piscinas termales, donde comenzamos a notar como nuestros músculos aun doloridos por la pateada de días atrás se relajan y como nuestros poros comienzan a depurarse.

Una vez relajados cruzamos la isla de este a oeste hacia Waitomo. En esa localidad nos esperan las ansiadas cuevas de luciérnagas, o “Waitomo caves”, son extraordinarias formaciones geológicas de estalactitas y estalagmitas calizas donde además viven las larvas de la mosca del hongo, estas tienen órganos luminiscentes que producen una luz azul intensa, de manera que parece que entras en una catedral iluminada por miles de pequeñas estrellas. Dichas larvas tejen una red de hilo pegajoso donde, atrayéndolos con la luz, quedan adheridos y se convierten en el almuerzo de éstos seres. Cuando llegan a edad adulta, estas larvas, ya convertidas en mosca, se aparean, desovan, y tras tres “intensos” días muere debido a que nacen sin boca…si, una extraña especie.
Existen tres cuevas en ésta zona, nosotros elegimos una de ellas llamada “cueva de Ruakuri”. Se accede a ella tras una escalera de caracol de 15 metros de altura que impide que se pise suelo sagrado maorí. El significado del nombre “Ruakura”, se traduce en “guarida de perros” ya que los guerreros maorís que la descubrieron fueron atacados por una jauría de perros que habitaban en la entrada. Dichos perros fueron abatidos y posteriormente comidos, pero aun así se le aplicó ese nombre. Poco después fue utilizado como lugar sagrado donde enterrar a sus guerreros y alojar importantes tesoros.



El recorrido por sus entrañas es espectacular, e impresiona la intensidad de la luz de éstos pequeños insectos. La ruta, que no dura más de 2 horas, es una divertida excursión por sus intrincados pasadizos y grutas tenuemente iluminadas, pasando por grandes galerías como “la catedral” o junto a ríos y cascadas subterráneas, tras las cuales sales al exterior de nuevo por la escalera de caracol saliendo a la superficie.

Tras esta excursión partimos hacia Auckland donde llegamos entrada la noche. La magnitud de ésta ciudad nos pone un poco de mal humor, autopistas de varios carriles por dirección, atascos, a lo que acompaña unos pésimos planos de carreteras, hacen que llegas al destino, un camping situado en Takapuna Beach, sea una misión arto complicada.

Al final llegamos al camping exhaustos, y con pocas ganas de Auckland. Cenamos y nos acostamos en primera línea de playa esperando un día mejor.



Amanece con algunas nubes y, debido a una fina llovizna, se dibuja en el cielo un espléndido arco iris que nos alegra la mañana y nos motiva a comenzar un nuevo día con ganas de visitar la ciudad de Auckland.





La primera vista de Auckland de día es desde el puente del Puerto, desde el cual la ciudad aparece sobre los mástiles de los barcos situados en el puerto, como lanceros defendiendo el castillo. Llegamos al primer punto, el Monte Edén, el cono volcánico más alto de Auckland, y desde donde se puede divisar una espléndida panorámica del Sky Line de Anuckland.

Un paseo alrededor del enorme cono invertido que se forma en la cima del volcán, y de nuevo en marcha, esta vez el destino es Mission Bay, una playa desde la cual se puede observar las islas que franquean la ciudad en la zona sur. Y por último dejamos el coche en el puerto deportivo, y desde ese punto nos recorremos el pequeño “centro” de la ciudad. Una visita a algunas tiendas de Souvenirs de los All Black, y tras babear un poco con el uniforme del equipo nacional neocelandés, visitamos el “pirulí de NZ”, la Sky Tower, que se trata de la edificación más alta del hemisferio sur. La verdad es que no impresiona tanto como nos lo imaginábamos, y decidimos impresionarnos entonces mediante un enorme sándwich de la tierra con de-todo-un-poco, de nuevo felices con la panza repleta nos vamos a las oficinas de United Campervan para dar parte por un chinazo en la luna delantera y buscar un hueco donde dormir junto a las oficinas. Mañana será un día largo, a las 7’00h tomaremos vuelo a Fidji, Fiji, o como quieran llamarlo, luego un bus hasta el puerto de Danarau y por último un barco a Matamanoa. Donde nos espera la buena vida, el sol, la playa y sobre todo, el relax…..

domingo, 23 de mayo de 2010

De isla Sur a Tongariro

Nos levantamos en un lluvioso día, al parecer el invierno está más cercan de lo que preveíamos teniendo el tiempo que nos estaba haciendo los días pasados.

Recogemos los trastos y nos ponemos en cola para embarcar el ferry rumbo a Wellinton.

Comenzamos a navegar por el interior de unos fiordos hasta la salida en mar abierto donde, debido a la climatología, comienza la marcha. Nos avisan por megafonía que estemos sentados ya que el trayecto va ha ser movidito. Y no transcurren 10 minutos cuando el ferry comienza a agitarse de arriba abajo y de babor a estribor de forma rítmica, aunque no muy estimulante. Comienza la primea oleada de vómitos y la embarcación cada vez se tambalea más y más… Nuestro estómago ya empieza a quejarse y no es para menos. Decidimos entonces sentarnos en unas butacas de la popa para así tener mejores vistas de las enormes olas que sacuden el barco. Decisión que en seguida nos damos cuenta de lo errónea que era, ya que era allí donde más se notaba el bamboleo. Transcurridas 3 horas llegamos a Wellinton, donde una lluvia constante nos espera, descendemos la gran pasarela con la furgo y nos encarrilamos rumbo al Parque Natural de Tongariro, donde tras 5 horas acompañadas de lluvia llegamos.

Llegamos al Camping Whakapapa situado en una zona de gran interés por los amantes de los deportes de invierno, ya que una gran sierra nevada se extiende junto a ésta pequeña población. Las oficinas del camping se encuentran cerradas y tras una breve llamada al teléfono que indicaba en un cartel, acordamos hacer noche y a la mañana siguiente pagar la estancia y RESERVAR EL AUTOBÚS que nos traerá de regreso hasta el parking del comienzo de la ruta programada para el siguiente día: La Tongariro Alpine Crossing. La cual tiene pinta de cancelarse por el mal tiempo.

Nos levantamos a la mañana siguiente aun siendo de noche, y nos alegramos al instante al ver un cielo despejado lleno de estrellas, ¡¡¡seguimos con esa buena suerte!!! Nos ponemos de camino a la zona de salida de la ruta, y tras pasar por la oficina del camping cerrada todavía nos hacemos los locos y nos ahorramos 30$.

Llegamos al Carpark de la Tongariro Alpine Crossing, y comenzamos rápida la ascensión evitando así la compañía de las “hordas” de turistas que descienden de los autobuses.

La ruta, de 20Km de recorrido, se enorgullece de ser la más importante de NZ, y al parecer, una de las mejores rutas de un día del mundo, Se realiza el ascenso hasta los 2000m de altura, dejando tras de si un mar de nubes bajas que cubren todo el valle, siempre acompañado del volcán Mt Ngauruhoe, más conocido por el nombre puesto en una gran película, Mordor, el gran ojo que nunca se cierra del Señor de los Anillos, el ascenso culmina en una de sus laderas, llegamos aproximadamente a la mitad del volcán, con lo que se podría decir que estuvimos en el ombligo de Mordor, desde allí comenzamos el descenso pasando por varias verdes lagunas, cañones de rojo carmín, y por varias bocas de volcanes adyacentes que escupen constantemente fumarolas de olor putrefacto. Tras 5 horas llegamos a la parte final de la ruta, una espesa vegetación nos rodea y varias pasarelas discurren por su interior junto a un arrollo. Las pasarelas, elevadas a cierta altura del suelo, evitan que el paso del viajero pise suelo sagrado Maorí, donde enterraban los cuerpos en la antigüedad, y donde debido a su silencio sepulcral salvo por algún que otro pajarillo se respira un ambiente mágico.







Nos cruzamos con varios Maoris que superan con creces los 150Kg, y es que estos aborígenes son realmente enormes, además de ser personas alegres, dicharacheros y amigables. Alguna breve conversación con alguno, animado por los mundiales de futbol, y de nuevo de camino a la salida.
Es en esos momentos en los que comenzamos a pensar que no hemos llevado los móviles, apenas 20$ y sin reserva de ningún autobús…

Llegamos a buen ritmo al punto final de la ruta, donde al menos otros 20 maories esperan la llegada del resto del grupo. Mantenemos alguna conversación con alguno, y al parecer son todos de una Marae (pequeñas reservas de Maories donde mantienen sus costumbres). La espectacular recepción que dan a los más rezagados del grupo, aquellos que llegan a los casi 200Kg, te hiela la sangre. Una danza parecida a la “Haka”, cantada a pleno pulmón por esos enormes seres te hace templar el estómago.

Comenzamos a ver que los Autobuses, o más bien furgos, que llegan al lugar se tratan de vehículos previa reserva, y viendo que nos encontramos con fuerza tras la ruta, la cual realizamos en 6 horas, decidimos ponernos a caminar hasta el parking donde tenemos aparcada la furgo, pero ésta vez, por temor a que se nos haga de noche en plena ruta, tomamos el camino de retorno por la carretera que circunvala el Parque Natural. Sin un mapa donde guiarnos, calculamos que el regreso tendría aproximadamente unos 25km, y comenzamos a buen ritmo disfrutando de las vistas y de una carretera en la que apenas pasan 10 coches a la hora.



Tras algunas horas de camino, las fuerzas empiezan a escasear y nos vemos envueltos en un ritmo cansado que nos hace avanzar, paso a paso, hasta nuestro destino. Cae la noche y nos obliga a tomar una decisión, Eva se quedaría con la mochila junto a la entrada de un campamento escolar, cerrado en éstas fechas. Y yo avanzaría a mejor ritmo sin la mochila y con nuestro único frontal, hasta la furgo donde regresaría a por Eva.

Comienzo así el pateo que parce nunca llegar a su fin. Un gélido frío y un cielo inundado de estrellas y una media luna ilumina mi camino, donde solo enciendo el frontal al paso de algún vehículo. Tras 15Km diviso al fin el desvío que lleva hasta el parking del Tongariro, pero su cartel de la entrada me quiebra mis escasas fuerzas, parking a 7Km. Ésta última subida me agota las fuerzas, y tomo una equivocada decisión, me siento a descansar un poco. Al instante de sentarme en la vereda del camino mis músculos comienzan a agarrotarse y mi mente empieza a adormilarse. Un pitido en el oído derecho (siempre dicen que es cuando alguien habla bien de ti) me saca del sopor y me obliga a comenzar de nuevo, paso sobre paso.

Llego al coche destrozado pero con una sonrisa de oreja a oreja, han pasado 6 horas desde el comienzo del regreso. Me monto en el coche y comienza la tiritera, los músculos empiezan a dar tirones de agotamiento y el exceso de agua que bebo al llegar a la furgo empieza a revolverme el estómago.

Llego al final al lugar donde Eva me espera y la recojo muerta de frío.

Nuestra idea de partir a Rotorua tendrá que esperar. Nos alojamos en un camping cercano y tras un baso de leche caliente nos acostamos. El dolor que tenemos en el cuerpo apenas nos deja conciliar el sueño. Nos cuesta casi una hora entrar en calor, pero al fin, los músculos empiezan a relajarse, el estómago asimila las calorías digeridas y nuestro cuerpo entra en calor. Todo empieza de nuevo a funcionar, mañana será otro día.

Nos levantamos doloridos pero contentos, los daños han sido menores de lo que pensábamos, ahora, de nuevo con fuerzas, toca ir a Rotorua donde un Hangi en un Marae nos espera.

Un abrazo gente, y como bien dice Eva, que todo en esta vida sea andar, aunque conociéndonos nos pasaríamos toda la vida andando.

jueves, 20 de mayo de 2010

Desde Fox Glaciar hasta Picton

Nos levantamos pronto, a eso de las 6’00h, sin poder conciliar más el sueño, y es que aun tenemos el horario a medio cambiar y se nos hace algo pesado el dormir más de las 5’00h. Tras echar un ojo a los resultados de la F1 (puxa Alonso!!!) nos ponemos en marcha y tras un desayuno típico NZ nos dirigimos a la base del Glaciar Fox.

Formamos un grupo de 10 personas encabezado por nuestro guía local Mathius, al cual, como era de esperar, no entendíamos ni papa,… por suerte algunas palabras se quedaban y entre Eva y yo descifrábamos algunas cosas. Se nos reparte el material para la marcha, unas botas y unos crampones, y comenzamos el ascenso.

La marcha no dura más de 4 horas, de las cuales al menos 2 son subiendo un gran desnivel por la ladera colindante al glaciar. Una vez arriba nos calzamos los crampones y penetramos en una gran grieta azul eléctrico formada en el glaciar. Caminamos sobre escalones de granizado hasta alcanzar una de las cimas, donde podemos divisar la magnitud del hielo que nos rodea. La escena es espectacular y en ese momento te olvidas de todo y solo puedes observar incrédulo el paisaje y formar una sonrisa ridícula en tu cara. Avanzamos entre grietas durante 2 horas y regresamos a la ladera donde nos quedamos con ganas de pasar más tiempo sobre el hielo.




Descendemos entonces hasta la morrena formada en la base y retornamos al bus donde nos lleva de vuelta a Fox Glaciar.

Cogemos la Campervan y nos dirigimos, ya por nuestra cuenta, a una ruta de 2 horas hasta la base del Glaciar Franz Josef, descubrimos entonces el tamaño colosal del glaciar y las cascadas que caen desde los laterales al valle que le da acceso.

La leyenda que narran sobre éste glaciar dice que una joven perdió a su amante al caer desde uno de sus picos, y su torrente de lágrimas se congeló formando el glaciar”… eso si que es llorar.

De nuevo en la carretera partimos hacia nuestro último destino del día, Punakaiki, lugar costero donde se extiende las famosas Pancake Rocks, que se trata de unas formaciones rocosas con forma de pastel de mil y una capas, pero antes de llegar a éste destino pasamos por varios pueblos interesantes como Greymouth, famoso por su jade (y por cerrar todas su tiendas antes de las 17’00h), Hokitika, ciudad del lejano oeste, Pakekura, una minúscula población de tan solo 2 habitantes, donde a un lado se encuentra un lugar de mochileros, y al otro se encuentra un restaurante donde su odio a las comadrejas, a los amantes de la naturaleza y a los habitantes de Auckland hace de éste lugar un sitio “peculiar” donde poder tomar un “buen” aperitivo como la cecina o paté de comadreja, o platos especializados como: comadreja bajo las ruedas o el placer de los faros, su lema: “El viajero los matas, nosotros los asamos”.

También pasamos por la población de Ross donde, allá por el 1907, se descubrió la mayor pepita de oro del país, 2772Kg… CASI NA.!!

Hacemos noche en un camping en Punakaiki, una ducha tranquila y una cena ligerita y nos echamos a dormir a esperar un nuevo día.

Amanece otro increíble (y raro) día soleado Neocelandés, de momento con el tiempo estamos teniendo muchísima suerte, hasta el punto de que los lugareños lo flipan con estos días. Y tras el desayuno ponemos pie en polvareda camino a las Pancake Rocks. Al llegar, y tras un breve paseo entre los increíbles “árboles” de helechos, llegamos a las primeras formaciones rocosas, la verdad es que nada del otro mundo, empezamos a pensar que puede ser el primer lugar que nos decepcione un poco, o al menos no a la altura de NZ, pero esas impresiones se evaporan al visualizar las siguientes rocas, unas colosales formaciones rocosas bañadas por un fuerte oleaje se elevan ante nosotros mitad del acantilado. Seguimos recorriendo la costa descubriendo nuevos recodos en los acantilados hasta el final del camino.



Ya con la sonrisa en la cara que viene siendo habitual en nuestros días en éste paraíso nos dirigimos a Westport, pero no sin antes pasar por la Bahía Tauranga, donde una colonia de Osos Marinos y Focas bañan la costa de ésta bahía. Nos relajamos un rato admirando la vida juguetona de éstos animales donde, por estos meses del año, es mayormente habitada por crías.



Finalmente nos marchamos por la ruta del Buller Gorge hasta el destino del día, el Parque Natural de Abel Tasman, lugar de partida de cientos de rutas a pié, en bici o en kayak, y su pueblo costero Marahau, donde llegamos en pleno atardecer y admiramos una espléndida puesta sobre su costa en bajamar. Acampamos en la granja All McDonald’s Farm, de los más “mochilero” que hemos estado, un lugar original donde se encuentran llamas, alpacas, ciervos, cerdos y vacas. Sus “rústicos” baños, me siguen demostrando que la educación en NZ nos da mil vueltas, aseos impolutos e instalaciones modestas pero impecables nos dice mucho del cuidado de los campistas zonales.

A la mañana siguiente nos dirigimos a las oficinas de kayak Abel Tasman, donde tenemos reservada una excursión en AcuaTaxi, kayak y ruta a pié. Como viene siendo habitual, llegamos una hora antes de la salida, e intentamos entender las indicaciones de los guías, quedándonos con algunas dudas, ¿Hay que llevar ropa seca? ¿gafas? ¿nos dan algo? ¿es hoy?... Tras hacer la presentación al grupo de forma individual, y en ingles (conmigo lo fliparon) conocimos a Felipe y a Berni, una pareja de Chilenos geniales, por fin alguien que nos entendía!!!

La ruta comenzó montándonos en un barco remolcado éste por un tractor a 2km de la costa, sin apearnos de nuestro lugar en el bote, descendemos hasta el tranquilo mar donde nos deslizamos, ahora si en el barco, a lo largo de la costa del Parque Natural, empezamos a entender por que éste es el destino preferido para los veraneos de los Neocelandeses de la Capital, decenas de calas paradisíacas salpican la dorada costa bañada por un espectacular azul intenso, sobre ella unos montes de espesa vegetación se alzan dando forma a lo que es sin duda uno de los mejores parques naturales de Nueva Zelanda. Llegamos entonces a uno de nuestros destinos, una bahía donde nos dan las primeras lecciones sobre la ruta a realizar y sobre como usar un kayak.

Comenzamos a remar desde Onetahuti Beach hacia una pequeña isla situada en mitad de la bahía, Isla Tonga, donde centenares de focas toman el sol junto a la orilla. Nos acercamos lentamente hasta encontrarnos a escasos metros de ellas, incluso alguna juguetona cría salto junto a nuestro kayak y alguna que otra se llevó un remazo, y que conste que ésta vez no fuimos nosotros. Una vez terminado el espectáculo remamos hacia Mosquito Bay, una tranquila bahía casi cerrada donde el único sonido era el de las aves, los mosquitos y nuestras cámaras de fotos.

De allí a Sandfly Bay, donde dejamos los kayak y, ésta vez si, nos entregan un apetitoso almuerzo, donde entre otras cosas, una inmensa magdalena de frambuesa digna de la alimentación de un Maorí.





Tras el papeo, comenzamos a andar junto con nuestros amigos Chilenospor la ruta marcada hacia Achorage, donde nos esperaba de nuevo el AcuaTaxi para llevarnos de regreso a Marahau.

Una cerveza merecida, un poco de charla, y nos despedimos de los Chilenos para continuar nuestro camino. Carretera y manta dirección Havelok, lugar de cultivo de los famosos Mejillones de Labios Verdes.

Cae la noche en la carretera y decidimos ir hacia el Estrecho de Marlborough, comenzamos entonces un cansado camino por una estrecha carretera de montaña en busca de un lugar donde dormir, y pasadas varias horas, ya cuando el cansancio empezaba a apoderarse de nosotros, encontramos al fin un lugar a la altura de Eleine Bay donde pasar la noche. Unos HotDogs y a descansar.

Nos despertamos con un espectacular amanecer sobre una de las múltiples bahías que forman estos fiordos, y partimos hacia French Pass. La enrevesada carretea de graba que serpentea a un lado y a otro de los fiordos nos obliga a realizar múltiples paradas para fotografiar sus paisajes de postal. Pasan algunas horas hasta llegar al final del camino. Un estrecho paso de agua entre la península y una hermosa isla con nombre Maorí, Rangitoto Ke Te Tonga, y no, no me he inventado el nombre. En el estrecho las corrientes de agua formadas por las mareas y el viento crean en este estrecho de poca profundidad una agitación en sus aguas temidas por los lugareños, donde al parecer, se llegan a formar hasta olas de varios metros de altura.




De nuevo nos ponemos rumbo a la civilización, nuestro destino es Havalok, donde llegamos 3 horas después. Celebramos nuestra llegada con una estupenda comida en Slip Inn, un restaurante situado en el puerto donde nos metemos un par de jarras de buena cerveza local y un plato de degustación con 7 tipos diferentes de mejillones (espectaculares) junto con un plato de Perca azul rebozada con cerveza (tremenda), y de postre, Una Cheescake de medio kilo y un pastel de chocolate bañado en burbon y helado de vainilla… salimos corriendo con miedo a reventar en el local y nos damos un paseo por el pueblo de escasas 15 casas en busca de un encargo, extracto de labio de mejillón verde, tras preguntar en varias tiendas nos vamos con las manos vacías.





Llegamos al fin a nuestro destino del día, Picton, realizamos las compras de souvenirs y tras una hora, nos cierran las tiendas y nos dirigimos al camping donde pasar la noche. Posiblemente el camping más pequeño que he conocido, con tan solo 20 parcelas para campervans y 4 cabinas para mochileros, se sitúa literalmente, en el medio de una gran rotonda, pero no por ello deja de ser un lugar apacible y cómodo donde darse una ducha caliente, lavar la ropa y escribir éstas líneas.

Mañana toca coger el Ferry para cruzar a North Island.

Un abrazo familia

(Siento la calidad de las fotos, entre más de 3000 que tenemos no hemos tenido tiempo de hacer una buena selección, al regreso colgaremos las buenas)

(Luis, las fotos Politours las tengo aparte)

domingo, 16 de mayo de 2010

Desde el comienzo hasta el Fox Glaciar

Llegamos al Aeropuerto de Barajas con más miedo que nervios debido a la posible cancelación del vuelo por la nube del volcán IfjkansouhjnscdlsaDNCVt"&)"y=, Luis nos tiene reservado un vuelo desde Valencia por si la cosa sale mal, pero finalmente el vuelo sale (con algún susto que otro). Madrid - Frankfurt - Singapur - Sidney - Christchurch... tropecientas horas de vuelo y no se cuantos días hasta llegar al fín al destino. Nueva Zelanda, lugar donde el Kiwi es un animal y el Rugby es el futbol, de la conducción por la izquierda y los 230v con clavija rara. Lugar de gran fauna, ovejas, vacas, ciervos, yamas y tierra de Hobbits y Maories.

La primera imagen de ella es a 8000 metros de altura cuando sobrevuelas la cordillera oeste de la Isla Sur y descubres cientos de montañas aterciopeladas que cubren toda la superficie y apenas deja margen para un valle.

Pero de pronto la cordillera se acaba al llegar a la parte central de la isla y es entonces donde el protagonismo se centra en una gran “pradera” de miles de kilómetros cuadrados. Donde prevalece los extensos prados privados de ovejas y algún que otro campo de rugby.

Aterrizamos en Christchurch a eso de las 12’30pm hora local, y Gonzalo, un amiguete Mexicano que lleva realizando la vuelta al mundo desde hace un año se presta a llamar por nosotros a la oficina del campervan (nuestro ingles deja mucho que desear).

5 minutos después nos vienen a buscar al aeropuerto un vehículo de United Campervan y nos dirigimos a sus oficinas. 30 minutejos de explicaciones en ingles de como funciona una furgo camperizada y en marcha a realizar la compra.

En ese momento nos damos cuenta de lo chungo que es conducir un vehículo de 6 metros por la izquierda con el volante a la derecha. Es hora de coger las medidas a la furgo, algún que otro bordillazo y listo, jeje.

La ciudad, francamente bonita, tranquila y sorprende que todo el mundo sale a correr o realizar alguna actividad al salir del cole o curro, da igual donde sea o como sea, la actividad en NZ es total. Incluido las mujeres con los carritos de los niños haciendo footing. Todas las urbanizaciones que rodean a ésta pequeña city forman una gran barriada de casas bajas típicas americanas, cada una con su porche y su canasta de baloncesto del garaje. Tras perdernos en la ciudad llegamos al súper donde nos espera un caótico centro de compras donde venden absolutamente de todo,… de todo menos comida “normal” como leche o carne. Descubrimos un poco más lejos otro súper, ésta vez de comestibles, y realizamos la compra “del mes”.

Nos ponemos entonces rumbo a Akaroa, pero al poco el sueño se empieza a apoderar de nosotros, y nos es necesario buscar un lugar donde pasar la noche. Son las 19’00h y ya estamos que nos caemos de sueño, pero para nuestro cuerpo, son las 8 de la mañana, y no hemos dormido en más de 24horas…

Nos levantamos y recorremos el resto del camino hasta Akaroa, donde un fortísimo vendaval sacude toda la costa.

De nuevo otra tranquila ciudad, ésta vez con rasgos Franceses debido a los colonizadores, dan un aire a ésta población de Villa Francesa.

La población está situada en el interior de la gran bahía de Akaroa, rodeado de montañas es parte de una reserva natural de la biosfera, principalmente por la fauna acuática, como por ejemplo, el extraño “Delfín de Cabeza Blanca”, que se trata del delfín más pequeño del mundo.
Tras un corto paseo por la pequeña población, y resistiéndonos al increíble vendaval que llega desde la costa, nos dirigimos a las oficinas de Black Cat Cruises, donde tenemos reservado un “Baño con delfines”, pero por razones climatológicas se cancela la excursión…   otra vez será…

Decidimos entonces poner rumbo a Lake Tekapo, donde tras 6 horas de coche, llegamos y nos encontramos con ese increíble espectáculo que es éste lago, de un azul turquesa debido principalmente por su harina de tierra, creado por un glaciar que se desplazo hasta éste valle.

Se nos hiela la sangre al ver el atardecer sobre las aguas agitadas por el viento que sopla entre las montañas que lo rodean.

Sesión fotográfica y al camping de Lake Tekapo, donde una ducha caliente en unos “raros” aseos enmoquetados hasta la ducha nos deja relajados y dispuestos ha dormir una noche más junto a un hermoso paisaje Neocelandés.

Nos levantamos y nos preparamos para admirar el Monte Cook, el más alto de Nueva Zelanda.

Llegamos a media mañana al pueblo Mt. Cook. Y comenzamos la caminata por las Blue Lakes para poder llegar a divisar el Glaciar de Tasmania, el cual se encuentra avanzando actualmente. Debido a la niebla nos quedamos sin ver el Monte Cook, aunque solo el paisaje que nos rodea nos deja satisfechos. Tras regresar intentamos verlo desde otra perspectiva y nos adentramos por una senda hasta el Kea Point, donde un lago se extiende entre las laderas y el glaciar.

Partimos dirección Queenstone, disfrutando de cada kilómetro, hasta el típico área de descanso era una espectacular laguna con una gran variedad de aves. Antes de llegar a Queenstone paramos a ver el puente de Kawarau, donde estaba previsto realizar el Bungy Jumping de 43 metros… pero desgraciadamente ha esa hora ya estaba cerrado.

Llegamos al fin a Queenstone ya de noche, y tras un paseo por el parque que se adentra en el lago Wakatipu y por la Bahía de Queenstone nos metemos entre pecho y espalada una súper hamburguesa típica kiwi acompañado de una rica cerveza local.

Madrugamos más de la cuenta debido a un error en la sincronización de los relojes, y a las 5’15h ya estamos en las oficinas de Real Jurneis donde nos recogerá un autobús para llevarnos a Milford Sound. La espera en la pequeña población de Queenstone se hace amena admirando las calles típicas de un Western solos bajo la luz de los rótulos de casinos, pubs y restaurantes de comida china o Tailandesa.

Al fin cogemos el autobús donde nuestro amigo Lloid nos llevará dando un paseo por las poblaciones de la ruta explicándonos historias de las pequeñas poblaciones y granjas colindantes a Queenstone,… como era de esperar no entendemos nada de lo que dice Lloid y simplemente nos deleitamos con el increíble paisaje que nos ofrece a cada Km Nueva Zelanda.

Tras una breve parada en Te Anau, donde degustamos un típico desayuno de Pastel de Zanahoria y Hot Chocolat (nada que ver con nuestro excelente chocolate caliente), llegamos al Parque Natural de los Fiordos… Podría estar horas, días o toda una vida hablando de esa sensación que se siente al penetrar con un “pequeño” autobús por esa increíble garganta. No sabes hacia donde mirar, que fotografiar y que dejar de lado… cada cumbre montañosa que se alza a los lados del camino te atraen de tal manera que es casi imposible dejar de mirarlas. Realizamos varias paradas más para realizar fotografías tranquilamente del espectáculo.


Tras 6 horas de bus, llegamos al puerto de Milford Sound, y nos dirigimos al barco que nos llevará de paseo. Junto a nosotros toda una población de hindúes que llenan el barco al completo. Nos sentamos en su interior para poder degustar de su buffet, pero… ¿por qué la gente tiene unas tarjetas de Buffet que nosotros no tenemos? ¿Qué significa eso?... pues claramente significaba que ese día tocaba ayunas… decidimos entonces subir a la cubierta para admirar desde el principio el espectáculo que nos esperaba.

Francamente, las escenas que contemplamos hizo que nos olvidáramos de la comida. El fiordo de Milford Sound comenzó mostrándonos una colonia de focas retozando en las rocas y haciendo que del interior del barco saliera toda la multitud a fotografiarlas. Recorremos la ladera sur del fiordo hasta su desembocadura, recreándonos con varias cascadas que descendían desde lo alto de sus paredes verticales hasta el mar, o incluso en algunas ocasiones, hasta la cubierta del barco mojando a los “no muy listos” hindúes que se recreaban haciéndose fotos en la proa.

Tras el crucero tomamos el autobús y de nuevo 6 horas hasta Queenstone, y de allí nuestro camper hasta Wanaka. Llegamos a la ciudad entrada la noche, cansados, hambrientos y apenas sin gasolina. Y en la primera (o 19ª) calle que vimos paramos, y tras un muy breve sándwich, a dormir.

Nos despertamos a eso de las 6’00h y tomamos rumbo a Fox Glaciar. Pasando por el Lago Hawea, el desfiladero de Haast, Ship Creek, Knights point y llegando a la playa de Haast, donde divisamos un pequeño grupo de delfines que cruza la playa de lado a lado. Y por desgracia, desde ése momento nos vienen comiendo los mosquitos.

Todos éstos lugares parajes impresionantes y dignos de Nueva Zelanda, y que espero poder retratar de mejor manera con las fotografías.

Ahora, mientras escribo éstas líneas admiro de fondo la garganta donde se encuentra el Glaciar Fox, mañana toca ponerse los crampones.

Un abrazo muy grande